domingo, julio 15, 2007

BONAMARA

Para el que no lo sepa, o no quiera buscarlo en internet, estamos hablando de la terraza-local de copas que está en el parking del kinepolis, en la ciudad de la imagen (Pozuelo de Alarcón, Madrid).

Vamos a ver, el sitio está bien. Está muy bien puesto, muy chic, la música es ininterrumpidamente techno, house o yoquese (todo me parece lo mismo), y las copas a 8€ (que visto lo visto por Madrid, tampoco es nada del otro mundo). El punto de distinción se lo da sin duda alguna la clientela. Después de pasarme más de 3 horas allí viendo el percal, llegué a la conclusión de que:


A: Hay que montar una clínica de cirugía estética en Pozuelo o alrededores. Si está especializada en implantes de pecho, mejor que mejor.

B: Hay que montar un gimnasio en Pozuelo o alrededores. Qué sea caro, y si es posible, que tenga peluquería.

Yo, sinceramente, no he visto nada igual en mi vida. Todo comienza con la espera en una cola de unos 150 metros, que se forma no porque el local esté lleno, si no porque en la entrada hay 3 gorilas (y ese término me parece un insulto a ese tipo de primates) que hacen que trabajan, que controlan, que manejan el cotarro. Y digo que "hacen", porque el dibujar la O con un canuto les queda más lejos que a mí resolver la conjetura de Poincaré. También hay una estúpida (90-60-90, eso sí) en la puerta, con una especie de block, que te pregunta si conoces a alguien (literalmente), a lo cual mi primo le contestó: "sí, a tos estos que van delante"... Enfin, pagas 15€ (con copa) y entras. La diferencia entre estar en la cola y estar dentro es que ves el panel de metacrilato desde lados diferentes.

Estamos dentro. La primera idea que te viene a la cabeza es que si Lucio estuviera allí pasarían dos cosas y en este orden: Hemorragia nasal y expulsión del local 5 minutos después por conducta indecorosa. En la cola te haces una idea, pero una vez dentro aquello parece un puto desfile bisex de la pasarela Cibeles. Y yo que parezco de Al Qaeda. Avísenme, coño, y me traigo el botox. Pero bueno, después de un rato, y con la observación oportuna, uno se percata de otro dato muy importante: el CI medio de la gente del local no supera el perímetro medio de los biceps/tetas de los mismos. Es normal. No se puede tener todo en esta vida.

El tema ya varió poco. Más anonadizantes niñas cuyo regalo al acabar el COU fue medio kilo de silicona. Más horas (por no decir meses enteros) de gimnasio mirases donde mirases. Camareras que en vez de pedirles copas te entran ganas de pedirles ser su esclavo. Gogós metidas en jaulas a las que es mejor no mirar si querías conservar la cordura…

En resumen, un sitio muy recomendable para ir 1 vez. Merece la pena verlo. Eso sí, si después lo sobrevuela el Enola Gay y le deja un regalito, mucho mejor.

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