jueves, marzo 01, 2007

La vida es como un vaso de leche con cola cao.


Al principio el vaso está lleno de leche, blanca, tranquila, quieta. Pero la vida va echando cola cao en tu vaso.

Al principio acostumbrado a la tranquilidad te asustas. Rápidamente coges la cuchara y empiezas a dar vueltas como un loco a la leche, intentando disolver los polvos. Los que han quedado más esparcidos se disuelven, desaparecen, pero le dan un color a tu leche que antes no tenía.

Sin embargo hay otros grumos de polvos que se hacen fuertes y consiguen formar una pompa con tu leche. Y se quedan dentro, juntos y secos. Hay tienes esos grumitos dando vueltas y vueltas al compás de tu cuchara, pero sin deshacerse. En ese momento, ante la desesperación, decides aplastarlos contra la pared del vaso. Y con este acto consigues pringar toda la pared del vaso, y por mucho que te afanes en usar la cuchara para limpiarlo siempre quedan restos. Horrorizado ves como tu blanca leche cada vez está más oscura, y ya nunca volverá a ser la de antes.

Tras este primer ataque de los polvos todo empieza a quedarse tranquilo, y la leche parece recuperar algo de blancura.

Pero no creas que has conseguido eliminar el cola cao. La curiosidad, el aburrimiento, un momento de bajón, te hace meter la cuchara y dar vueltas a tu tranquilo vaso de leche. Con espanto contemplas que en el fondo está todo el polvo, hecho una masa marrón, que al moverla vuelve a colorear tu leche.

Y así va sucediendo cucharada tras cucharada de cola cao. Con tu leche cada vez más oscura y el residuo sólido del fondo cada vez de mayor volumen.

Pero la experiencia te hace ver que al llegar una nueva cucharada lo mejor es dejarla tranquila, esperar, observar y tener paciencia. Normalmente todo el cola cao termina por disolverse y depositarse en el fondo. Pero esto no es siempre fácil, puede ser que la falta de paciencia, o el deseo nos haga volver a utilizar la cuchara para aplastar un grumo rebelde.

Y así es la vida, cada uno tenemos nuestro vaso de cola cao, con más o con menos color, con más o con menos masa en el fondo. Incluso hay algunos que tienen grumitos rebeldes flotando. Ánimo! Coge la cuchara y a por ellos, aunque se quede tu vaso manchado, el tiempo terminará por borrar esas marcas también. Y tu leche cogerá más color. Y quien sabe, igual termina gustándote.

1 comentario:

J dijo...

Ya puestos yo la equipararía a un café. Sólo, cortado, con leche, o incluso con leche condensada. Con mucho azucar, con poca, sin ella (amargoooo), o incluso con sacarina (que endulza, pero no es lo mismo). Caliente, templado o frio (con hielo).


¿Tendremos algo que ver con el tipo café que tomamos?