miércoles, noviembre 01, 2006

Sobre esos lugares de dudosa reputación…


Últimamente, por suerte o por desgracia, según se mire, he frecuentado (que no es lo mismo que haber hecho uso) en alguna que otra ocasión, esos lugares oscuros, con luces de neón, cortinas de terciopelo rojo, sillones de cuero, señoritas de infinitas nacionalidades y señores de moral dispersa.

En resumen la situación es la siguiente. Un elemento entra por la puerta. 2 segundos después de tocar la barra es asaltado en turnos de duración variable por señoritas, en general muy guapas y ligeras de ropa, y que, en general también, hablan raro. Los 2 segundos crecen exponencialmente si en vez de un elemento hablamos de n-elementos en grupo. Estos grupos pueden ser de 2 tipos: despedidas de soltero o comidas de empresa, lo que implica que el 90% de los n-elementos están borrachos como cubas y dejan bastante que desear como clientela del local (bueno, en realidad son buena clientela para otras actividades paralelas del local).

En estas situaciones puede atisbarse la verdadera naturaleza del ser humano. Es curioso, pero el hombre es un ser que, en las condiciones adecuadas, se vuelve inmensamente estúpido. Es capaz de convencerse a sí mismo sobre la bondad de cosas realmente absurdas (ver p.ej. los políticos). El poder del demonio rojo, impulsivo, lascivo y depravado, aplasta a la moralidad y el razonamiento del angelito blanco con una fuerza desmedida (en muchos casos el angelito está en bolsillo completamente mudo y con un pedo del 12).

Ciertamente, el espectáculo que puede observarse, prestando un mínimo de atención, es lamentable. Y entonces os preguntareis qué cojones pinto yo allí. Pues como decía Bruce Lee: “Vacía tu mente. Libérate de las formas. Como el agua…”. ¿Lo entendéis? Yo tampoco, pero bueno, al menos me descojono.

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